qué otro hombre te alejó de mi camino.
No te gustaron mis besos,
mi bolsillo hueco.
Pero, fíjate, mujer,
qué abogado como Sócrates te defiende.
Y ya estoy con el Dulce Quijote,
muy orondo, buscando el nuevo latido de tu amor.
Título sugerido: Del deseo a la verdad: cuando el amor aprende a esperar
En este fragmento, el amor y el deseo se encuentran cara a cara en un espacio íntimo donde las emociones y las palabras se cruzan como cuchillos que no hieren, pero sí despiertan. La tensión no es únicamente sexual; es existencial. Los personajes se buscan, se prueban, se revelan y se contradicen, como lo hacen los seres humanos cuando intentan amar de verdad.
La clave del diálogo no está en la pregunta por la felicidad, sino en lo que ella exige: autenticidad. El texto no teme mostrar el deseo, ni recurre a eufemismos para suavizar lo que se siente cuando el cuerpo quiere, pero el alma duda. Aquí, el coito no es pecado, pero tampoco es salvación. Es, en todo caso, una posibilidad cargada de sentido, de peligro, de belleza y de abismo.
En un gesto de madurez —poco común en los relatos contemporáneos que exaltan la inmediatez del placer—, uno de los personajes opta por la renuncia. No desde la represión, sino desde una ética del cuidado. El límite impuesto no es frío ni distante: es tierno y lúcido. Y ahí nace la paradoja: al renunciar al cuerpo, se afirma el alma; al negar el instante, se abraza lo eterno.
Este fragmento nos recuerda que el verdadero amor no es conquista ni sumisión, sino comunión de verdades. No se trata solo de amarse, sino de saberse responsables de la profundidad que ese amor convoca. Cuando el amor se atreve a esperar, no pierde: gana la posibilidad de volverse verdad.
TEXTO:
Me senté, y
estiré mis piernas. Su mirada se posó en mi frente, y una simple mueca
infantil, me dio tranquilidad. Fue, entonces, que habló tierna pero muy segura:
- _ ¿Cuál es el centro de tu vida? ¿Cuál es tu verdadera verdad?
- _Quiero ser feliz… -contestó él.
- - Y sabes qué es ser feliz… me vas a decir que ser feliz es
valorar lo que se tiene, es tener paz interior, o, compartir el momento con tus
familiares queridos…
- - Pero…
- - Nada de peros, la felicidad tampoco es tener dinero, no estar
enfermo o abrigarse con una calefacción. Al diablo con todo eso… Al diablo con
tu mujer, si la pones como el centro de tu existencia. No al coito rápido. No
al querer ser un amigo superior o al profesional íntegro. Tú debes vivir la
esencia de tu vida. Ofrece lo mejor de ti. Tú eres el centro de tu vida, y tus
hijos, amigos y esposa confiarán en ti…vive tu verdad… eso, vive tu verdad…
- - ¡Oh!.. lo sabía… sabía lo hermoso que tenías dentro de ti y
no me equivoqué…
- - Tus actos me están diciendo que te penetre, ¿verdad? Quieres
que disfrute de un poco de libertad follándote d una manera completa o
incompleta. Hacer eso como compartir un anillo de brillantes que yo no puedo
dártelo.
Pero, si te regalo un reloj de “San José” habrá una sensación
de carencia. Tú y yo sentiríamos que falta algo. Que estamos haciendo trampas y
que nos estamos atando en un mundo de soledad y de miedo. Nos daremos cuenta que
entrando en una vida esencialmente falsa.
Serás valiente para soportar
la falsedad del hombre que no
sabe en verdad si potenciará tu amor y verdaderos dones.
Quieres que te penetre, que comportamos unos pocos orgasmos y
unos cuantos momentos de unión emocional,
con mi mediocridad solo para decir que mi vida es un completo desperdicio.
Tú crees que con follarte hoy te voy a llevar a un mundo
mejor y al amor maravilloso.
No quiero manipularte haciéndote creer que con el placer de
un momento haré que seas una mujer completa. Crees que lograré abrir tu corazón
para que ingrese una luz maravillosa o unos regalos muy apreciados.
Por eso, es necesario que los dos seamos muy sensibles , que
estemos conectados con la verdad profunda, y que esta triunfe para
llegar al verdadero amor.
Yo sé que no aceptas justificaciones , pero no te quiero engañar…
- Entonces, ¿renuncias a tocarme?..
- Entonces te follo… te arrebato con mi amor desprotegido, y
te crucificaré de placer y dolor, de atracción y repulsión, de pérdidas y
ganancias, que solo un gran coito con una flaquita como ramita de eucalipto me
haría feliz. Por lo tanto, lo haré con dedicación, con mucha profundidad y gran
sinceridad…
- Ahora, yo soy la que no quiere…
- Te salvo de tener interminables complicaciones y, cuando lo
entendamos mejor, de seguro, que nuestros cuerpos se encontrarán más ansiosos
que hoy…
- Crees que lo entenderemos mejor…
Una guía viva para seguir aprendiendo, aún en la madurez
"No estoy comenzando, estoy culminando con sabiduría una vida de pensamiento."— Oscar Alejandro Jacinto Sánchez
He decidido compartir con ustedes esta primera entrega sobre la Lógica Dialéctica, fruto de mis lecturas recientes y el diálogo enriquecedor que vengo sosteniendo con el maestro virtual ChatGPT. A mi edad, uno no estudia para pasar un examen, sino para comprender mejor el mundo, dialogar con la vida y transformar lo que aún se puede transformar.
Es una manera de pensar que reconoce el cambio constante de todo lo que existe. No ve la realidad como algo fijo, sino como un proceso en movimiento. Esta lógica estudia las contradicciones internas que impulsan el cambio en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.
Hegel sostenía que la realidad se mueve a través del desarrollo de las ideas (tesis, antítesis, síntesis). Para él, el cambio nace del pensamiento.
Marx, en cambio, afirma que son las condiciones materiales las que forman la conciencia. Para él, el cambio nace de la lucha de clases, de las contradicciones en la realidad social y económica.
Uno de los textos fundamentales para este estudio es El Capital, de Karl Marx. En sus “Palabras finales a la segunda edición alemana”, Marx aclara que su método no es hegeliano, sino materialista. No parte de las ideas, sino de las condiciones reales de vida. En ese sentido, su obra no busca solo interpretar el mundo, sino transformarlo.
Como docente jubilado y abogado en ejercicio, encuentro en esta lógica una herramienta poderosa:
Para entender las leyes como procesos en transformación.
Para educar viendo al alumno como un ser en desarrollo.
Para reflexionar sobre los conflictos sociales y familiares con profundidad crítica.
He estructurado una guía de estudio que voy siguiendo semana a semana. Incluye lecturas, actividades de reflexión y aplicaciones al derecho y la educación. En próximos artículos compartiré avances, preguntas y aprendizajes.
💬 Los invito a acompañarme en este camino. A mi edad no hay resignación, hay esperanza crítica. Estoy aprendiendo no para acumular saberes, sino para iluminar lo que aún puedo aportar a mi entorno.
Karl Marx escribe este texto como introducción a la segunda edición alemana de El Capital (1873). Su intención es aclarar malentendidos y explicar el método dialéctico con el que desarrolla su obra.
Marx declara que su método es dialéctico y materialista, y no hegeliano en el sentido idealista. Aclara que aunque se inspira en Hegel, invierte su enfoque:
“Mi método dialéctico no sólo difiere del hegeliano, sino que es su contrario directo.”
🔍 Comentario pedagógico:
Hegel parte de las ideas para explicar la realidad; Marx parte de la realidad concreta, la vida material, para explicar las ideas. Esta es la base del materialismo dialéctico.
Marx usa esta imagen famosa:
“La dialéctica hegeliana está de cabeza. Hay que ponerla de pie.”
🔍 Comentario:
Significa que la historia, la sociedad y el pensamiento no se mueven por ideas abstractas, sino por las contradicciones materiales: la lucha de clases, el trabajo humano, la producción de bienes.
Marx señala que muchos críticos no entienden su método, porque buscan recetas fáciles o no hacen el esfuerzo de estudiar la estructura lógica del texto:
“...los lectores superficiales no entienden que el método científico requiere exposición rigurosa.”
🔍 Comentario:
Aquí Marx advierte que El Capital no es un panfleto, sino un trabajo riguroso que requiere lectura lenta, crítica y profunda, como la que usted está haciendo.
Marx explica que usa el método dialéctico también en la forma en que organiza los capítulos: va mostrando las contradicciones internas del capital (mercancía, valor, plusvalía, explotación) y cómo estas se desarrollan.
🔍 Ejemplo didáctico:
En el capítulo “La mercancía”, parte del valor de uso y valor de cambio —dos aspectos en tensión— que llevan al descubrimiento de la contradicción entre capital y trabajo.
Marx concluye afirmando que su método no es solo para interpretar el mundo, sino para transformarlo.
“La dialéctica... contiene en sí misma el germen de una concepción revolucionaria del mundo.”
Este texto:
Defiende el carácter científico y dialéctico de El Capital.
Diferencia su método del hegelianismo.
Llama al lector a una lectura crítica y comprometida.
Propone que entender las contradicciones del capital es un paso hacia el cambio social.
¿Qué puede esconderse detrás de una simple nariz, un espejo o una palabra dicha al pasar?
En esta entrega de Confesiones desde el Hostal del Tiempo, comparto una lectura simbólica y filosófica de uno de mis textos más íntimos y provocadores. A través de un diálogo silencioso con pensadores como Nietzsche, Simone de Beauvoir, Foucault y Sartre, me propongo desentrañar las capas ocultas de una historia breve, pero cargada de tensiones humanas.
Este análisis no pretende clausurar sentidos, sino abrir caminos. Cada símbolo —el cuerpo, el deseo, la culpa, la mirada, la palabra— se convierte en una invitación a pensar el amor, la libertad y la identidad desde otra perspectiva.
Porque escribir es también filosofar con la piel, con la memoria y con los silencios.
Los invito a recorrer este texto como quien se asoma a un espejo: tal vez no se reconozcan de inmediato, pero algo los mirará desde el fondo.
Bienvenidos al símbolo, al cuerpo y al pensamiento.
— Oscar Alejandro Jacinto Sánchez
-
Podrías decirme si lo que me has dicho es una voluntad o una
necesidad.
-
¿Qué es eso?
-
Es que tu racionamiento parece resumen de un egoísmo bien pensado…o quieres
que me solidarice con tu desconsuelo…
-
¡No! ¡No quiero eso! No quiero dar pena a nadie…
-
Entonces deja que tu desesperanza se convierta en esperanza…
-
Pero, cómo… ya me estoy volviendo vieja y mi dios está por
morir… hasta creo que muy pronto me veré libre de las ataduras del sexo, es
decir, trato que esa voluntad que mencionas, no me destruyan tan prontito…
-
Ustedes las mujeres siguen siendo niñas todos los días de su
existencia…
-
¡Pura metáfora!
-
Es que confundes las apariencias con la realidad, y que todo
lo presente es siempre presente… ¿Recuerdas a tu perrita? ¿Te acuerdas que le
dijiste puta?..¿Se lo merecía?
-
¡No!
-
Y, ahora, ese presente quieres hacerlo presente, todos los
días…
-
Me preguntarás si es por vanidad o necesidad, verdad…
-
Si es por vanidad buscarás las cosas materiales… que no creo,
y, si es por necesidad es por temor a la opinión que puedan tener por ti las
demás personas, por ejemplo que te digan solterona, o que te digan que no
tienes enamorado o…
-
Que estoy acostándome con un viejo que vive con su mujer e
hijos…
-
No derroches tus armas conmigo, por favor… ves cómo disfrutas
del presente…
-
Es que el mañana no existe… es hoy o nunca…
-
Recuerda que un fruto muy maduro se desprende mortalmente de
una planta vigorosa… recuerda que el amor sexual no es una profesión y que
debes olvidarte de él antes que cante un gallo…
-
Eso depende solo de mí… te tomaré como mi confesor… además,
quiero recordarte que yo siempre he tratado de pagar nuestros gastos a medias,
que no te miento, que no me gusta despilfarrar mi dinero y que no quiero un
hombre para bastón y, menos, no quiero conocer cuánto gana…
-
¡Qué raro..!
-
Sabía que me dirías eso…
-
Sí, qué raro… no lo puedo creer
-
¿Oye, y no te gusta mi naricita?.. Recuerdo que me dijiste
que era bonita, ¿verdad?
Recordé mi cuarto
en Breña, cuando llegué a Lima. Tirado sobre la cama miré al techo blanco y me
sentí solo con ganas de llorar, en silencio. Mi estómago vacío. En mi tetera
había un poco de agua hervida, y no tenía las galletas que algunas veces
sonaban crocantes en mi
boca hambrienta. Todo es pasajero, me decía, cerrando los ojos para dormir,
pero el estómago es un niño famélico, no entiende nada de la pobreza. Ya
pasará, repetía. Ya pasará, seguí repitiendo. Recuerda que papá decía: cuando
hay, se come; cuando no, no. Mañana es otro día, pero el hambre no quería
entender y recorrió mi cuerpo y se instaló en mi cerebro y, desde ahí, gritaba y gritaba como barra de
un equipo de fútbol.
En una pared del
cuarto que aún olía a pintura fresca barata, estaban colgadas mis camisas bien
planchadas, dos pantalones oscuros, y, en otro clavo muy cerca colgaba un terno
azul oscuro y una corbata roja con tres líneas negras horizontales, terno que
me hizo soñar sueños burgueses pero que costó un gran dineral ahorrado por mis
padres, y que lo lucí en la fiesta de promoción de la secundaria.
-
Responde, acaso no me dijiste que te gustaba mi naricita…
-
Sí, así es… aún me gusta… tú me atraes, me fascinas, me
siento embrujado pero no quiero actuar
al viejo estilo machista, sexista, me entiendes… entiéndeme, por favor…
-
Es algo nuevo para mí…
-
Te quiero decir que no soy un macho obtuso…
-
¡Por favor..!
-
La mujer no es ama de casa sumisa actualmente y hasta se ha
vuelto agresiva, dura, muy dura… me gustaría que ambos, el hombre y la mujer,
se den tanto amor
hasta desvanecerse en la plenitud de un gran amor, ¿no crees, borrachita linda..?
-
Ves, así eres… ya comienzas a maltratarme
-
Disculpa… recuerda que te he dicho: borrachita linda…
-
Bien, ahora hablo yo: los hombres se han vuelto ambiguos,
timoratos, holgazanes… sabes, yo no quiero de ti chocolates, chisitos, ni que
seamos Romeo y Julieta, yo no quiero frotarme los genitales contigo, y
sanseacabó, no, eso no, ni imaginarlo… lo que yo quiero es sentirme completa
con la ayuda del amor…
-
¡Oh!..
-
Espera, por favor, no he terminado…sabes, quiero ser
inmovilizada en la cama por un hombre, un hombre maduro, ya no quiero esperar
más, ya no quiero reprimir mis deseos naturales, ya no aguanto seguir
mintiéndome por lo caprichos de reglas convencionales que me están matando, que
no me dejan ser lo que quiero ser…¿me entiendes?
-
Pero, yo…¿por qué yo?
-
Por mi naricita…¿acaso no fue una señal?.. lo que dije,
hombre ambiguo, timorato…ja, ja, ja…
-
¿Soy tu experimento?
-
Que sea así, si tú lo crees así…
-
¡Dios mío!
-
Qué Dios, ni qué Dios… Recuerda que nos dijiste que leamos a
Sócrates, Nietzsche, el Materialismo Dialéctico… no tengas miedo, porque yo sé
que eres un hombre con una hermosa esencia sexual masculina, pero no te
aproveches de lo que te diga, mis amigas solteras o casadas me han hablado
mucho de ti… y yo me he dado cuenta que las mujeres muy femeninas te atraen, ya
sean éstas viejas o adolescentes, o me vas a negar… habla, no te quedes
callado...
-
No lo niego. Lo admito. La relación íntima no es lo más
importante para mí en esta misión de mi vida, pero hay algo que me paraliza…
-
Dime, dime qué te paraliza…
-
Tengo una gran determinación: la de tener una vida sexual
plena con una gran mujer que comprenda que esa relación puede ser sexualmente
fuerte pero sin corazón o que me sienta con corazón sensible pero sin pasión
sexual plena… ¿entendiste?
-
Sí, claro… entonces, búscate a ti mismo…
-
¿Masturbarme..?
-
¿Igual debo hacerlo yo?
-
Entonces, comencemos, sí, comencemos…
-
No, carajo, eso no… unamos nuestra determinación y nuestros
corazones para realizar plenamente nuestro don…
-
Espera…
-
¿Qué pasa?
-
No tengo mi látigo… lo olvidé…
Rabiando se puso
en pie, y fue al baño. Daleado sobre la cama me puse a mirarla. Se sacó
lentamente su ropa, y se quedó desnuda. Caminó al espejo, y dijo: ¡mierda!
Cerré un ojo, y la vi más hermosa: delgadita, espigada, con el cabello que le
cubría la espalda, y lo que más me admiró fue sus nalgas tan atractivas, hechas
de limón y aceites aromáticos. Sabía que era hermosa, pero no una maravilla.
Envolvió su cuerpo con una toalla playera, y se metió ya desnuda a la ducha.
Lanzó un grito desgarrador.
-
¿Quieres ayuda?
-
¡No!... -me contestó rápidamente- abrí solo la llave del agua
caliente, ya pasó… no te invito, porque sé que no vendrás…
Salió de la
ducha, silenciosa, envuelta con la toalla. No tenía maquillaje en su rostro, y,
ahora, parecía una criaturita, sin estudios, sin sostenes, sin ángeles negros
ni miradas pecadoras. Se secó los tiernos pies, y se los calzó con unas medias
de alpaca que les llegaban hasta las rodillas. Paróse muy lentamente, y la vi
más alta, altísima, aún envuelta en la toalla negra con círculos blancos, y, como
una yegua madura, sacudió la cabeza y ¡los cabellos volaron como un velo por el
aire. Una gota de agua se introdujo en mi ojo abierto. Untó con aceite su
cuerpecito y se puso a secar el cabello. Sentada delante del tocador, acercó su
nariz al espejo y comenzó a acariciarla, y se sonreía como niña traviesa quien
quiere destruir su linda muñequita.
-
¡Maldición..!
-
¿Qué sucede?
-
¿Quieres sentarte? No salgas de la cama, ahí nomás sentadito…
-
Me gustaría te vistieras, por favor…
-
No te preocupes… no voy a enfermar…
-
Ok.
Me senté, y
estiré mis piernas. Su mirada se posó en mi frente, y una simple mueca
infantil, me dio tranquilidad. Fue, entonces, que habló tierna pero muy segura:
-
¿Cuál es el centro de tu vida? ¿Cuál es tu verdadera verdad?
-
Quiero ser feliz…
-
Y sabes qué es ser feliz… me vas a decir que ser feliz es
valorar lo que se tiene, es tener paz interior, o, compartir el momento con tus
familiares queridos…
-
Pero…
-
Nada de peros, la felicidad tampoco es tener dinero, no estar
enfermo o abrigarse con una calefacción. Al diablo con todo eso… Al diablo con
tu mujer, si la pones como el centro de tu existencia. No al coito rápido. No
al querer ser un amigo superior o al profesional íntegro. Tú debes vivir la
esencia de tu vida. Ofrece lo mejor de ti. Tú eres el centro de tu vida, y tus
hijos, amigos y esposa confiarán en ti…vive tu verdad… eso, vive tu verdad…
-
¡Oh!.. lo sabía… sabía lo hermoso que tenías dentro de ti y
no me equivoqué…
Reflexión final
Este cuento es más que una historia de deseo, culpa y tensión: es una confesión desde los límites de la libertad y el amor. Su lenguaje directo, casi crudo por momentos, está lleno de ternura filosófica. Los personajes no buscan complacencia: buscan sentido.
Quizá, como lectores, también debamos hacernos la pregunta que cierra el texto:
¿Cuál es el centro de tu vida?
Estimado colega:
Recibo su mensaje con aprecio. Valoro profundamente que se tome el tiempo para compartir sus impresiones, especialmente respecto al sentido político que usted ha identificado en mi cuento La primera tarea.
Permítame explicarle que mi intención original al escribir este relato no fue colocar una lente política en la historia, sino más bien construir una narración de redención personal, de lucha interna, de ese tránsito doloroso entre el desencanto y la decisión. Timoteo no es un símbolo político, sino un joven que, ante la desorientación y la presión social, decide levantarse con humildad y dignidad.
Sin embargo, comprendo que todo acto humano tiene una resonancia política, en la medida en que se inscribe en un contexto social y económico determinado. En ese sentido, reconozco que el lector tiene todo el derecho —y el deber crítico— de encontrar en los textos sentidos múltiples, incluso aquellos que el autor no haya previsto.
Aprecio que me haya expresado su opinión con franqueza. Le aseguro que continúo escribiendo con el deseo de comprender mejor al ser humano, desde sus contradicciones, su ternura y su lucha.
Gracias nuevamente por leerme con atención y sinceridad. Le deseo muchas luces en su labor reflexiva y creativa.
Era su primera tarea. Tenía que cumplirla. Nunca había leído libros de política, pero sus amigos le dijeron que su vida estaba llena de política, de pura política.
Al terminar la secundaria, viajó a Lima, a la Gran Lima, para seguir sus estudios superiores. Se matriculó en una academia preuniversitaria, a pesar de los altos costos. Desde su rincón, miraba de reojo los senos palpitantes y frescos de sus compañeras, las nalgas juguetonas, y se deleitaba con el dejo de las limeñitas mazamorreras, tan amigables como hambrientonitas. Compartía con ellas jugosos dulces anaranjados y galletas saladitas que su madre le enviaba desde Juliaca.
—Mi hijo ha ido a estudiar a la capital, comadrita —decía la madre, orgullosa—. Y nunca le falta nada, porque como ve, yo contrabandeo.
Las vecinas, con miel en los labios gruesos, le preguntaban por su hijo capitalino. Lo llamaban el mazamorrero, el limeñito. Pero ella, vendedora curtida, respondía con sorna:
—Bien, muy bien, ahí le va…
Y se alejaba rápido de esa gente que ya le daba asco, como le confesaba a su hombre, quien se afanaba en poner aire a las llantas del camión.
—Te he dicho que no les hagas caso. Es envidia o quién sabe qué. Pero sé que te lo dicen con ganas de amargarte la vida.
—Ya me tienen harta. Un día de estos van a ver estas indiecitas envidiosas…
—Tu hijo también debe estar sufriendo. Es solo por mimarlo mucho, pero ya veremos, mujer… La vida no es para los cobardes.
Los primeros días tras su regreso a la Ciudad de los Vientos, el joven salía de la cama pasadas las ocho. Hora tardía para los juliaqueños emprendedores. Pero él se quedaba pensando en su vida:
“¿Me volveré contrabandista como mis padres? No me agrada. Quiero tener una profesión y debo lograrlo. No he sido derrotado. Perdí una batalla, pero no la guerra.”
—Mamá, deseo conversar contigo…
—Ahora no. Debo ir a la plaza a entregar mercadería.
Daba vueltas por la casa. La televisión no lo motivaba, los libros escolares no lo distraían. La casa, de cuatro pisos, tenía todas las comodidades que el contrabando puede pagar. De esas casas donde se regalan cincuenta cajas de cerveza en el matrimonio de un compañero de trabajo.
—Papá, ¿me podrías dar una propina para comprar libros?
—Ahora no…
Un día salió a dar una vueltita por las calles. El frío era intenso. Se abrigó con una casaca forrada en cuero de oveja. Caminaba con timidez, esquivando las miradas de los paisanos. Pensaba:
“¿Por qué regresé? ¡Qué mala decisión! Ya está hecho. No sirve que las uvas estén verdes. No debo desesperar. Todo está en limpio. Muy en limpio.”
Al volver, encontró a su madre contando el dinero del día.
—Mamá, mañana voy a limpiar las ventanas del primer piso…
—¿Para qué? Dile a Nicolás que lo haga.
—Quiero ayudar. Me aburro.
—¡No molestes! ¿Qué te falta? Sal, diviértete con tus amigos.
—Pero, mamá… quiero tener algo de dinero para comprar algunas cosas para mí.
—¿Como qué?
—Libros, por ejemplo…
—¿Libros? ¿Para qué? Yo nunca compré libros, y tengo dinero. Con ese dinero compramos las casas, los terrenos, el ganado. No nos falta nada… ¿o qué nos falta, Timoteo?
—Quiero estudiar, ser profesional.
—Te ayudamos. Te fuiste a Lima y no ingresaste. No es nuestra culpa.
—Es verdad, pero no estoy derrotado. Me prepararé, y lo lograré sin ayuda.
—¡Mira cómo te sale la maldad contra tus padres!
—No, jamás seré malagradecido. Los quiero. Por eso lo hago…
—Diviértete, hijo. Diviértete…
Tres días después, Timoteo se reunió con dos amigos de la secundaria en un restaurante.
—El día del examen me temblaron las piernas, me sudaban las manos. A mis costados, chicas bien sentadas, con piernas gruesas, quemaditas. ¡Dios, qué senos! Usaban… eso… brasieres, sostetas. Dos horas inacabables. Hoy, en Juliaca, solo recuerdo esas piernas, esos senos… como cartuchos de helado de fresa y chocolate. En el examen… ya me vaciaba. Como la zorra impotente, dije que Lima no me gustó. Mejor el Altiplano, con frío y agua de lago, pero nuestro. ¡Salud!
—¡Bravo, Timoteo! Aquí estamos tus amigos.
Bailando en febrero, Ña Candelaria se olvidó de él. Su pareja quedó embarazada, y su madre, al saberlo, reventó en cólera.
Buscó amigos. Quiso ser contrabandista como su madre, pero nadie lo ayudó. Su hijo nació pidiendo leche. La joven madre sangraba. La madre vieja, colérica, seguía llenando los bolsillos con dinero y rabia.
Ya no quería dinero para libros, sino para leche, pañales, medicinas, para pagar luz, agua y alquiler del cuartito en la cuadra cinco de la calle San Martín, cerca de la comisaría.
Juliana, su pareja, frisaba los diecisiete. Su mirada tierna la hacía aún más joven. Su silencio la volvía casi una criatura. En las noches, mientras dormía al niño, cantaba en quechua una canción de cuna que daba ganas de llorar. El niño se chupaba el pulgar y miraba a su madre como pidiéndole perdón.
—Teo, come esas papitas con queso. No quiero que estés en otro mundo. Hoy mi hermana me trajo una frazada. Ya no tendremos tanto frío. Come, Teo.
—Ya, Ana, ya. ¿Tú ya comiste?
—Sí. Hace rato. El queso está sabroso.
—¿Julito lloró?
—Casi nada. Juega con sus dedos. Hasta parece que cuenta las cosas de este cuarto.
—¿Qué cosas?
—El colchón, dos platos, dos cucharas, nuestra ropa, su sonajita y pañales. Pero pronto ya no podrá contar más. Le faltarán dedos…
—Sí… así será, muy pronto, te lo juro…
—Yo también te lo juro. Come y descansa. Mañana debemos amanecer alegres. Así serán todos nuestros días.
—Juliana, mañana madrugaré. Un amigo me va a dar trabajo. Espero que todo salga bien.
—¿Y a qué hora volverás?
—No sé. Espero llegar temprano para ayudarte con el almuerzo.
—Solo te ruego que tomes desayuno…
—Por supuesto que sí…
Esa noche fue tranquila. El niño no lloró. El silencio era como una advertencia.
Timoteo salió muy temprano. Saludó a paisanos que ya empezaban sus tareas. El frío era intenso. Las luces de los postes parpadeaban. Aún no cantaban los gallos. Los perros, con ojos rojos, dormitaban en las veredas.
—Creí que no vendrías —dijo su amigo.
—No puedo fallarte. ¿Qué hago?
—Esos sacos de papa, ponlos en el trici…
—Ok…
Con esfuerzo, cargó los sacos. Su cara se enrojeció, pero no se desanimó. Acomodó diez sacos en el triciclo.
—Terminé —gritó.
—¡Muy bien, socio! Ahora al dominical. ¿Sabes manejar esto?
—Sí, no te preocupes.
—Perfecto. Espérame cerca de la puerta del estadio viejo. Yo iré en mi camioneta. ¿Está claro?
—Clarito, amigo. Solo espero que no se malogre el trici…
—No pasará nada. Y por la tarde… otra chambita.
—¡Sí! ¡Lo sé!
Timoteo tomó el manubrio del triciclo con fuerza, como si su vida dependiera de ese primer recorrido. Se impulsó por las calles mojadas y frías, sintiendo en cada pedaleo el peso de la responsabilidad. No solo cargaba papas: llevaba sobre sus hombros su primer intento por redimirse, por reconstruirse.
El estadio viejo se perfilaba a lo lejos, y con él, la esperanza. Mientras pedaleaba, pensaba en Juliana, en Julito, en los días por venir. Sabía que esa no era la vida soñada, pero también sabía que la verdadera derrota consistía en no hacer nada.
Y así, con cada vuelta de rueda, Timoteo empezó a escribir su nueva historia, una que no estaba hecha de discursos, sino de actos concretos. Era su primera tarea. Y no iba a fallar.
Dulcinea, Dulcinea, qué otro hombre te alejó de mi camino. No te gustaron mis besos, mi bolsillo hueco. Pero, fíjate, mujer, qué abogad...