KARINA, Kafka te diría que has hecho de mí un
Angel perverso, un Gregorio Samsa.
Recuerdo cuando niño me llevaba mi madre de las manitas para
Iniciar mis primeras letras a una tienda cercana a casa y
Nunca pensé que mi maestra se pareciera a
A ti, adorable mujer.
Por las silenciosas noches
Tomo el camino a esa tienda y con mi cartilla bajo el brazo
Rabiando de alegría me acerco a la maestra
Igualita a ti y
Con la inocencia de niño estampo un beso amoroso en su
cuello de diosa
I la apretó suavecita hacia mis alegrías
Ahora agotadas y sin colores como moribundo día de junio.
Siento que tus plegarias de todos los días por tu familia
En tus lágrimas y alegrías son de mujer
Con ansias de triunfos y que sabes
Llorar en el camino de lucha y
Esperanza y
Nadie apagará la antorcha de tu gran corazón, mujer de Dios.
Puedes ponerte ese vestido cautivador de días pasados que
fue
Envidia de las mujeres de mi barrio,
Ñaña querida, y, entonces,
Ante Dios te digo que eres la maestra celestial de mis sueños.