Introducción al análisis filosófico del cuento
¿Qué puede esconderse detrás de una simple nariz, un espejo o una palabra dicha al pasar?
En esta entrega de Confesiones desde el Hostal del Tiempo, comparto una lectura simbólica y filosófica de uno de mis textos más íntimos y provocadores. A través de un diálogo silencioso con pensadores como Nietzsche, Simone de Beauvoir, Foucault y Sartre, me propongo desentrañar las capas ocultas de una historia breve, pero cargada de tensiones humanas.
Este análisis no pretende clausurar sentidos, sino abrir caminos. Cada símbolo —el cuerpo, el deseo, la culpa, la mirada, la palabra— se convierte en una invitación a pensar el amor, la libertad y la identidad desde otra perspectiva.
Porque escribir es también filosofar con la piel, con la memoria y con los silencios.
Los invito a recorrer este texto como quien se asoma a un espejo: tal vez no se reconozcan de inmediato, pero algo los mirará desde el fondo.
Bienvenidos al símbolo, al cuerpo y al pensamiento.
— Oscar Alejandro Jacinto Sánchez
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Podrías decirme si lo que me has dicho es una voluntad o una
necesidad.
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¿Qué es eso?
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Es que tu racionamiento parece resumen de un egoísmo bien pensado…o quieres
que me solidarice con tu desconsuelo…
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¡No! ¡No quiero eso! No quiero dar pena a nadie…
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Entonces deja que tu desesperanza se convierta en esperanza…
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Pero, cómo… ya me estoy volviendo vieja y mi dios está por
morir… hasta creo que muy pronto me veré libre de las ataduras del sexo, es
decir, trato que esa voluntad que mencionas, no me destruyan tan prontito…
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Ustedes las mujeres siguen siendo niñas todos los días de su
existencia…
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¡Pura metáfora!
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Es que confundes las apariencias con la realidad, y que todo
lo presente es siempre presente… ¿Recuerdas a tu perrita? ¿Te acuerdas que le
dijiste puta?..¿Se lo merecía?
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¡No!
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Y, ahora, ese presente quieres hacerlo presente, todos los
días…
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Me preguntarás si es por vanidad o necesidad, verdad…
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Si es por vanidad buscarás las cosas materiales… que no creo,
y, si es por necesidad es por temor a la opinión que puedan tener por ti las
demás personas, por ejemplo que te digan solterona, o que te digan que no
tienes enamorado o…
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Que estoy acostándome con un viejo que vive con su mujer e
hijos…
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No derroches tus armas conmigo, por favor… ves cómo disfrutas
del presente…
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Es que el mañana no existe… es hoy o nunca…
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Recuerda que un fruto muy maduro se desprende mortalmente de
una planta vigorosa… recuerda que el amor sexual no es una profesión y que
debes olvidarte de él antes que cante un gallo…
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Eso depende solo de mí… te tomaré como mi confesor… además,
quiero recordarte que yo siempre he tratado de pagar nuestros gastos a medias,
que no te miento, que no me gusta despilfarrar mi dinero y que no quiero un
hombre para bastón y, menos, no quiero conocer cuánto gana…
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¡Qué raro..!
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Sabía que me dirías eso…
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Sí, qué raro… no lo puedo creer
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¿Oye, y no te gusta mi naricita?.. Recuerdo que me dijiste
que era bonita, ¿verdad?
Recordé mi cuarto
en Breña, cuando llegué a Lima. Tirado sobre la cama miré al techo blanco y me
sentí solo con ganas de llorar, en silencio. Mi estómago vacío. En mi tetera
había un poco de agua hervida, y no tenía las galletas que algunas veces
sonaban crocantes en mi
boca hambrienta. Todo es pasajero, me decía, cerrando los ojos para dormir,
pero el estómago es un niño famélico, no entiende nada de la pobreza. Ya
pasará, repetía. Ya pasará, seguí repitiendo. Recuerda que papá decía: cuando
hay, se come; cuando no, no. Mañana es otro día, pero el hambre no quería
entender y recorrió mi cuerpo y se instaló en mi cerebro y, desde ahí, gritaba y gritaba como barra de
un equipo de fútbol.
En una pared del
cuarto que aún olía a pintura fresca barata, estaban colgadas mis camisas bien
planchadas, dos pantalones oscuros, y, en otro clavo muy cerca colgaba un terno
azul oscuro y una corbata roja con tres líneas negras horizontales, terno que
me hizo soñar sueños burgueses pero que costó un gran dineral ahorrado por mis
padres, y que lo lucí en la fiesta de promoción de la secundaria.
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Responde, acaso no me dijiste que te gustaba mi naricita…
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Sí, así es… aún me gusta… tú me atraes, me fascinas, me
siento embrujado pero no quiero actuar
al viejo estilo machista, sexista, me entiendes… entiéndeme, por favor…
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Es algo nuevo para mí…
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Te quiero decir que no soy un macho obtuso…
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¡Por favor..!
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La mujer no es ama de casa sumisa actualmente y hasta se ha
vuelto agresiva, dura, muy dura… me gustaría que ambos, el hombre y la mujer,
se den tanto amor
hasta desvanecerse en la plenitud de un gran amor, ¿no crees, borrachita linda..?
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Ves, así eres… ya comienzas a maltratarme
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Disculpa… recuerda que te he dicho: borrachita linda…
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Bien, ahora hablo yo: los hombres se han vuelto ambiguos,
timoratos, holgazanes… sabes, yo no quiero de ti chocolates, chisitos, ni que
seamos Romeo y Julieta, yo no quiero frotarme los genitales contigo, y
sanseacabó, no, eso no, ni imaginarlo… lo que yo quiero es sentirme completa
con la ayuda del amor…
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¡Oh!..
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Espera, por favor, no he terminado…sabes, quiero ser
inmovilizada en la cama por un hombre, un hombre maduro, ya no quiero esperar
más, ya no quiero reprimir mis deseos naturales, ya no aguanto seguir
mintiéndome por lo caprichos de reglas convencionales que me están matando, que
no me dejan ser lo que quiero ser…¿me entiendes?
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Pero, yo…¿por qué yo?
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Por mi naricita…¿acaso no fue una señal?.. lo que dije,
hombre ambiguo, timorato…ja, ja, ja…
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¿Soy tu experimento?
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Que sea así, si tú lo crees así…
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¡Dios mío!
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Qué Dios, ni qué Dios… Recuerda que nos dijiste que leamos a
Sócrates, Nietzsche, el Materialismo Dialéctico… no tengas miedo, porque yo sé
que eres un hombre con una hermosa esencia sexual masculina, pero no te
aproveches de lo que te diga, mis amigas solteras o casadas me han hablado
mucho de ti… y yo me he dado cuenta que las mujeres muy femeninas te atraen, ya
sean éstas viejas o adolescentes, o me vas a negar… habla, no te quedes
callado...
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No lo niego. Lo admito. La relación íntima no es lo más
importante para mí en esta misión de mi vida, pero hay algo que me paraliza…
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Dime, dime qué te paraliza…
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Tengo una gran determinación: la de tener una vida sexual
plena con una gran mujer que comprenda que esa relación puede ser sexualmente
fuerte pero sin corazón o que me sienta con corazón sensible pero sin pasión
sexual plena… ¿entendiste?
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Sí, claro… entonces, búscate a ti mismo…
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¿Masturbarme..?
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¿Igual debo hacerlo yo?
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Entonces, comencemos, sí, comencemos…
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No, carajo, eso no… unamos nuestra determinación y nuestros
corazones para realizar plenamente nuestro don…
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Espera…
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¿Qué pasa?
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No tengo mi látigo… lo olvidé…
Rabiando se puso
en pie, y fue al baño. Daleado sobre la cama me puse a mirarla. Se sacó
lentamente su ropa, y se quedó desnuda. Caminó al espejo, y dijo: ¡mierda!
Cerré un ojo, y la vi más hermosa: delgadita, espigada, con el cabello que le
cubría la espalda, y lo que más me admiró fue sus nalgas tan atractivas, hechas
de limón y aceites aromáticos. Sabía que era hermosa, pero no una maravilla.
Envolvió su cuerpo con una toalla playera, y se metió ya desnuda a la ducha.
Lanzó un grito desgarrador.
-
¿Quieres ayuda?
-
¡No!... -me contestó rápidamente- abrí solo la llave del agua
caliente, ya pasó… no te invito, porque sé que no vendrás…
Salió de la
ducha, silenciosa, envuelta con la toalla. No tenía maquillaje en su rostro, y,
ahora, parecía una criaturita, sin estudios, sin sostenes, sin ángeles negros
ni miradas pecadoras. Se secó los tiernos pies, y se los calzó con unas medias
de alpaca que les llegaban hasta las rodillas. Paróse muy lentamente, y la vi
más alta, altísima, aún envuelta en la toalla negra con círculos blancos, y, como
una yegua madura, sacudió la cabeza y ¡los cabellos volaron como un velo por el
aire. Una gota de agua se introdujo en mi ojo abierto. Untó con aceite su
cuerpecito y se puso a secar el cabello. Sentada delante del tocador, acercó su
nariz al espejo y comenzó a acariciarla, y se sonreía como niña traviesa quien
quiere destruir su linda muñequita.
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¡Maldición..!
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¿Qué sucede?
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¿Quieres sentarte? No salgas de la cama, ahí nomás sentadito…
-
Me gustaría te vistieras, por favor…
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No te preocupes… no voy a enfermar…
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Ok.
Me senté, y
estiré mis piernas. Su mirada se posó en mi frente, y una simple mueca
infantil, me dio tranquilidad. Fue, entonces, que habló tierna pero muy segura:
-
¿Cuál es el centro de tu vida? ¿Cuál es tu verdadera verdad?
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Quiero ser feliz…
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Y sabes qué es ser feliz… me vas a decir que ser feliz es
valorar lo que se tiene, es tener paz interior, o, compartir el momento con tus
familiares queridos…
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Pero…
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Nada de peros, la felicidad tampoco es tener dinero, no estar
enfermo o abrigarse con una calefacción. Al diablo con todo eso… Al diablo con
tu mujer, si la pones como el centro de tu existencia. No al coito rápido. No
al querer ser un amigo superior o al profesional íntegro. Tú debes vivir la
esencia de tu vida. Ofrece lo mejor de ti. Tú eres el centro de tu vida, y tus
hijos, amigos y esposa confiarán en ti…vive tu verdad… eso, vive tu verdad…
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¡Oh!.. lo sabía… sabía lo hermoso que tenías dentro de ti y
no me equivoqué…
Reflexión final
Este cuento es más que una historia de deseo, culpa y tensión: es una confesión desde los límites de la libertad y el amor. Su lenguaje directo, casi crudo por momentos, está lleno de ternura filosófica. Los personajes no buscan complacencia: buscan sentido.
Quizá, como lectores, también debamos hacernos la pregunta que cierra el texto:
¿Cuál es el centro de tu vida?