sábado, 24 de octubre de 2020

UN VUELO SIN ALAS ... TRABAJO ENCARGADO

 

 

UN VUELO SIN ALAS

 

I.- INTRODUCCIÓN

En este Año COVID 19, año de inestabilidad económica, emocional, religiosa, educativa, y muy fría con la salud y la vida de las personas, la poesía de Blanca Varela forma un torbellino en la conciencia del lector que tiene la suerte de explorar esa realidad de sal y amor o de tiempo con soledad. 

 

Al otro extremo, leer los textos de Blanca Varela, mujer golpeada por el dolor y la frustración, sin buena dirección y método es una aventura  muy arriesgada, pero excitante por la tendencia surrealista, existencialista, que profesa, y que el estudiante  debe  dar ese paso para sentirse mejor en su desarrollo como individuo.. Los seres humanos desean disfrutar de un mayor bienestar emocional y los poemas como los de esta poeta influirán en el desarrollo del hacer, pensar y sentir.

 

II. DESARROLLO

1. BIOGRAFÍA DE BLANCA VARELA

BLANCA VARELA (Lima, 1926 - 2009)

A los dieciséis años ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para seguir estudios de letras y junto a escritores de renombre, formaría el grupo de los llamados "poetas puristas", en contraposición a los "poetas sociales" de la época. Se casó con el pintor peruano Fernando de Szyszlo. En París se unió   al movimiento existencialista francés. Blanca Varela, asume el dolor y la frustración de toda realización humana debido al accidente fatal que sufrió su hijo Lorenzo y llena a su poesía de angustia, de gritos de dolor y amargura.

 

2. A MANERA DE ANÁLISIS

Blanca Varela vivió en Supe:

“Amo la costa,/ ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,/ esa ola de fuego que arrasa corredores,/ círculos de sombra y/ cristales perfectos”.

Ese espejo muerto es el mar con olas gigantes alborotadas que juegan haciendo ronda con la alegría y con la muerte. Un paisaje marino, costeño, donde pasa mucho tiempo la poeta con sus razones y emociones: Aquí en la costa tengo raíces,/ manos imperfectas,/ un lecho ardiente/ en donde lloro a solas”.

 

…el poema es mi cuerpo/ esto la poesía/ la carne fatigada/ el sueño el sol/ atravesando desiertos.

En este comenzar de su vida, Blanca Varela siente que su vida está llena de imperfecciones, que está vacía, hueca, pero algo como un volcán la empuja hacia no sabe dónde, como el vaivén de las olas del mar, como el no sé qué de la adolescencia y, todo eso, la atormenta y, en su soledad, se arropa con sus sueños. Ya hay un aviso con ritmo poético que alguien le ha escrito en la espalda:

 

… no es tuya la culpa ni mía/ pobre pequeño mío/ del que hice este impecable retrato”

La poeta ve que ese mundo hermoso de la adolescencia va quedando atrás y que debe dar un salto cualitativo como mujer; que debe romper con lo que pasa en su vida y continuar caminando con una realidad más cierta y dejar el desierto que mucho daño  hace a la juventud al sentirse fatigada, vieja enjuta, y llena de desesperación en su solitaria soledad mortal; y, en esta paradoja de incertidumbre, siente que la desesperación la arrastra a la misma y verdadera muerte. Y la adolescente se convierte en madre, en símbolo del amor. ¡Como toda madre, orgullosa de su prole! Ese adjetivo “pobre”, es como poner en la cruz del hijo el término INRI de un Jesús en la cruz de su destino. Dios puso en manos de la mujer y su maternidad las bellas rosas del amor. Es lo más grandioso que se haya creado en este mundo. Y la madre seguirá siendo madre eternamente para todos los hijos que trae a la tierra, y cuando los ve desanimados grita y grita, como lo hace Varela con su hijo amoroso.

“Donde todo se termina abre las alas./ Eres el sol,/ el aguijón del alba,/ el mar que besa las montañas,/ la claridad total,/ el sueño”.

Como dulce  madre, como profética  profesora, enseña que cuando haya problemas en la vida, no se debe desanimar, no tema, que aún hay que seguir peleando, luchando, porque así como sale el sol todos los días, siempre habrá problemas y problemas, y, cuando ya no haya nada más por qué luchar, todavía queda algo, ese algo es abrir las alas al viento para seguir volando, para seguir viviendo, y que ese problema solo fue un buen sueño.

Y se produce la contradicción odiosa, como cuando Segismundo grita: “Yo sueño que estoy aquí/ de estas prisiones cargado/ y soñé que en otro estado/ más lisonjero me ví…”:

 

…“digamos que ganaste la carrera/ y que el premio/ era otra carrera/ que no bebiste el vino de la victoria/ sino tu propia sal”

Su amado hijo ganó la carrera, llegó más rápido al cielo. No era esa carrera la que como madre esperaba de su hijo, de su tierno y añorado hijo. Como madre quería que la criatura  de su entraña, triunfara en la vida terrenal, sin tener en cuenta lo que señala la religión cristiana que la muerte es solo el puente para llegar a la vida eterna, bendita contradicción. Lla madre de hueso y carne, sufre con una simple enfermedad mortal, la muerte, y se desespera hasta vivir con la muerte en su vida.

 

…“y tú mirándome/ como si no me conocieras, marchándote/ como se va la luz del mundo sin promesas/ y otra vez este prado/ este prado de negro fuego abandonado/ otra vez esta casa vacía/ que es mi cuerpo/ a donde no has de volver”

Recalco, Blanca Varela, ingresa al pánico, en la desesperación tanto que cree que su tierno hijo, su gran esperanza, pasará por su lado existencial y que él, el niño amado, sin mirarla, sin tener ningún interés en ella, seguirá el camino que su madre jamás quiso que él caminara. Se cree casa vacía, abandonada, que ya no abrigará a su adorable cachorro infinito.

 

…porque te alimenté con esta realidad/ mal cocida/ por tantas y tan pobres flores del mal/ por este absurdo vuelo a ras de pantano/ ego te absolvo de mí/ laberinto hijo mío.

La madre entrega la sabiduría de la vida a su hijo, la que ella conoce, la que ella vivió, desconociendo que había un mundo muy diferente. Es verdad que vivió momentos de desesperación, pero la muerte real no la alcanzó. Quería que su hijo no sufriera esa desolación con la que ella caminó, y hasta pensó que su hijo ahora  muerto jamás llevaría la cruz que amargamente cargó. Solo le enseñaba amar al prójimo, el no hacer daño a nadie, y no, como era la realidad cruda, la envidia, la hipocresía, la desigualdad económica, la injusticia, el enseñar que hay personas que crean el caos, la desesperación para enriquecerse como está sucediendo con esta actual pandemia, todo esto son: “las pobres flores del mal”.

 

…no es tuya la culpa/ ni mía/ pobre pequeño mío/del que hice este impecable retrato/ forzando la oscuridad del día/ párpados de miel/ y la mejilla constelada/ cerrada a cualquier roce/ y la hermosísima distancia/ de tu cuerpo/ tu náusea es mía/ la heredaste como heredan los peces…

Blanca Varela se siente derrotada por sus enseñanzas, por poner luz en la oscuridad en las mejillas de su hijo, de su discípulo. ¡Qué sirva de lección a las madres demasiado amorosas o a los profesores que ocultan la verdadera realidad de las personas y de la naturaleza.

 

…aquí me tienes como siempre/ dispuesta a la sorpresa/ de tus pasos/ a todas las primaveras que inventas/ y destruyes/ a tenderme -nada infinita- sobre el mundo/hierba ceniza peste fuego/ a lo que quieras por una mirada tuya/ que ilumine mis restos/ porque así es este amor/ que nada comprende/ y nada puede…

La poeta quiere destruir a la desesperación, aceptando la muerte del hijo amado. Tiernamente, como siempre, pero resignada, lo espera, sí, lo espera como otras veces, espera escuchar los juguetones pasos infantiles o los seguros pasos de un joven que ya está madurando, y recibir en sus ojos la cariñosa mirada de su hijo, como diría, César Vallejo en A MI HERMANO MIGUEL: Oye, hermano, no tardes/ en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá”

 

…bebes el filtro y te duermes/ en ese abismo lleno de ti/ música que no ves/ colores dichos/ largamente explicados al silencio/ mezclados como se mezclan los sueños/ hasta ese torpe gris/ que es despertar/ en la gran palma de dios.

Reconoce que su hijo no fue alimentado con una buena educación, especialmente, en lo ético debido al sistema educativo que rotaba en la marea de la corrupción social. Sistema en la que el hijo y la madre no tienen la culpa. En medio de ese caos, de esa desesperación, Blanca Varela, ya  más humana y contestaría, pone la vida y el amor de su pequeño y gran amor en manos del todo poderoso, el gran Dios del universo. Su desesperación, por fin, terminó, con esta apocalíptica expresión: en la gran mano de dios.

 

III. PALABRAS FINALES O CONCLUSIONES.

En razón de lo que está sucediendo en el mundo, la desesperación,  definitivamente, no es edificante ante los grandes problemas que nos plantea la vida.

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